En pleno auge de la imposición de fastuosas medidas económicas neoliberales en Europa cualquier cerebro libre (mientras queden) debe enfrentarse al "ser o no ser".
Para mi el asunto se resume en 2 opciones antagónicas:
- Favorecer el camino para que las grandes corporaciones e industrias puedan prosperar y crear empleo a costa de la dignidad y los derechos fundamentales de las personas.
- Procurar el bien de las personas para que puedan desarrollarse y vivir dignamente aún a costa de la "felicidad" de los macromercados.
No hay vuelta atrás sin perjuicio para unos u otros.
Si favorecemos a las grandes corporaciones estaremos condenando a los individuos, a las personas, a una vida de esclavitud y miseria.
Las crueles medidas neoliberales que se están imponiendo en algunos países crearán empleo. Si, un empleo precario, inseguro, con sueldos bajos y la incapacidad de los trabajadores para utilizar su dinero para otros asuntos que no sean comer y pagar parte de su seguridad más básica (sanidad, pensiones...).
Algunos países (España entre ellos) se están preparando para convertirse en los nuevos paraísos de la mano de obra barata al servicio de las grandes e impersonales multinacionales.
Las personas pierden a gran velocidad su poder adquisitivo. Las pequeñas empresas y autónomos son incapaces de invertir porque no hay crédito a pesar de haber dedicado gran parte de sus ahorros a recapitalizar la banca.
Esclavos, trabajadores baratos, con trabajo pero sin vida y sin un futuro de libertad y tranquilidad.
La segunda opción, la que no se está aplicando ni se piensa aplicar generaría una gran intranquilidad y desconfianza en los llamados "mercados". Pero favorecería a las personas, a las pequeñas empresas y a los trabajadores autónomos.
Se fortalecerían las economías locales. Las personas dispondrían de medios económicos para invertir en su entorno cercano. Pasaríamos de una globalización a una mayor "localización". Pero se fortalecería las pequeñas economías locales. La gente viviría más tranquila y feliz.
No se puede, honestamente, dejar de financiar públicamente la sanidad, la investigación, la ciencia ni la sanidad.
Se debe, eso sí, combatir el fraude fiscal aumentando los medios para hacerlo y sin mantener los privilegios de las grandes fortunas.
La vida humana es breve. Las grandes corporaciones nos sobreviven. Hemos elegido el camino equivocado: alimentamos los monstruos que nos oprimen con las vidas de nuestros hijos.
Hoy, más que nunca, es necesaria una revolución social.
Despertemos, si aún es posible.
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