Reitero: NO HAY CRISIS. Al menos, no en el sentido que todo el mundo se ha empeñado en creer a pies juntillas hipnotizados por la machacona cantinela de los medios de desinformación siguiendo los dictados de muy oscuros intereses.
Y ahora me toca explicar lo anterior en un texto breve que la mayoría, sumida en la más hipocondríaca angustia y bajo el estrés que produce la velocidad con la que posamos los ojos en las letras, sea capaz de leer con cierto detenimiento.
NO HAY CRISIS
Lo que hay es un miedo atroz y paralizante. De hecho, desde que la humanidad hemos abandonado la economía de la autosuficiencia y el trueque, no hemos dejado de vivir con miedo.
Hemos elevado al primate a las más altas cimas de la miseria. Seguimos siendo primates en su acepción más compleja y desequilibrada. Si el "macho alfa" del grupo cumplía alguna especie de utilidad en los tiempos en que subsistíamos en la naturaleza finalmente asumimos, para nuestra desgracia social, la "necesidad" de perpetuar algunas de sus características más destacadas: la de macho, la de líder y la de ser el más fuerte.
Y así empezamos a fundar nuestra civilización en el machismo, la monarquía y la fuerza.
Sobre la primera no hace falta decir mucho. Apenas empezamos ahora, sin un éxito rotundo a la vista, a desembarazarnos de sus perniciosas consecuencias. Nuestra sociedad sigue estando organizada y dirigida por un poder masculino. Resulta que el cerebro femenino es enormemente capaz en muchas areas a las que el masculino no puede asomarse ni aunque lo intente con énfasis. Pero es difícil dejar el hábito.
La monarquía, el depositar la responsabilidad de tomar decisiones en manos de un individuo, tal vez tuvo algún éxito en algún remoto tiempo y lugar, aceptando que el líder o el monarca (macho, las más de las veces) contase con la suficiente inteligencia, sensibilidad y honradez para resolver satisfactoriamente los problemas colectivos. Pero la cagamos desde el momento en que pensamos que su descendencia heredaría tales características.
Y sobre la fuerza (muscular, propia o extendida) no cabe más que decir que como sustituto de la inteligencia no ha hecho sino mantener en el tiempo la idiotez supina que hemos convenido en llamar "civilización"; posiblemente para intentar tranquilizarnos de alguna manera.
LA SOCIEDAD DE LOS PRIVILEGIOS
Dicen que esta civilización surge en el momento en que comenzamos a utilizar herramientas. No cabe duda que eso nos ha ido diferenciando notablemente del mundo animal en general. La desgracia es que el desarrollo tecnológico lo hemos ido pergeñando paralelamente a la idea de sacarle un mayor provecho individual, que no colectivo.
Así, pronto, hubo la necesidad de mantener cualquier avance fuera del alcance de nuestros semejantes para poder explotarlo convenientemente en provecho de uno o unos cuantos asociados necesarios.
Nuevamente, las tres características sobrevaloradas del primate se pusieron manos a la obra para defender la explotación privada de las nuevas tecnologías. Y así vivimos enredados en una sociedad plagada de injusticias sociales en la que unos pocos explotan a una inmensa mayoría.
APARECEN NUEVOS PERSONAJES
Quien a adquirido algún conocimiento pasa a formar parte de una nueva casta privilegiada. En vez de compartirlo se lo guarda e inventa alguna explicación compleja para justificarlo. Así surgieron los chamanes primigenios que, por una parte, poseían la ciencia y por otra la explicaban de un modo más o menos complejo y oscuro al resto.
Llegó un momento, como se puede ver fácilmente, en que estas dos vertientes adquieren vida propia y, por un lado, queda la ciencia y por el otro la religión.
Así que tenemos dos nuevas castas: la de los científicos que atesoraban el conocimiento que iban adquiriendo (siempre con un ojo puesto en no ofender al líder) y la de los religiosos que, basando su influencia en diversos tipos de terrores sobrenaturales, consiguieron mantener al grueso del grupo en un estado de sumisión cataléptica sin escapatoria aparente.
A las ambiciosas tendencias de estos dos grupos oscilando alrededor del eje del líder o monarca con sus largos brazos armados le debemos larguísimos siglos de miedo, oscurantismo y parálisis social e intelectual.
LA ECONOMÍA DEL PÁNICO
Una sociedad fundada en el miedo, la explotación, la insolidaridad, el racismo, la superstición y el machismo indiscutible no podía hacer otra cosa que prosperar en una dirección totalmente equivocada.
Y así, vamos montando, progresivamente, una economía que perpetúa lo peor de la especie.
Recordemos la vieja historia del cabrero que descansaba tranquilamente a la sombra de un árbol. Cuando alguien le convenció de que podía prosperar finalmente montó una multinacional basada en la leche de cabra. La idea era que cuando dominase el mercado y estuviese auténticamente forrado de dinero podría, finalmente, vivir la vida y relajarse. Ups... es un chiste. La gracia estriba en que eso es exactamente lo que estaba haciendo al principio.
Pero, mientras tanto, hemos tenido que inventar el dinero. Cierto es que, inicialmente, el dinero era alguna suerte de cheque al portador que daba fe de que poseías algo que se consideraba valioso. Oro, por ejemplo.
De esta forma hemos llegado, sin saber muy bien cómo, a un punto en que el dinero es... simplemente... nada. Números, información en forma de paquetes de bits que circulan entre los ordenadores de ciertas casas de latrocinio que hemos convenido en llamar "bancos".
El dinero es nada. Ni siquiera se come. Pero matamos por él. El dinero se infla y desinfla, todo lo condiciona pero no es más que una entelequia en su acepción más irónica. La economía se sustenta en una creencia, en un fantasma alrededor de cuya fábula se funde nuestra vida entera.
NUNCA HA HABIDO MAYOR ESCLAVITUD
Si terrible es la esclavitud física al menos esta cuenta con una ventaja: la de saberse esclavo. Los grilletes que nos atenazan actualmente son invisibles, están hechos de dinero y ni siquiera somos conscientes de ellos. En tal tesitura la emancipación es casi imposible.
En medio de panorama tan desolador de repente circula la idea de que estamos en crisis. Niego la mayor: no estamos en crisis. Lo que está en crisis en la misma fábula del fantasma. Es la superstición del dinero y todo lo que hemos construido en torno a su manifiesta irrealidad.
YA, PERO ENTONCES... ESTAMOS EN CRISIS
Que no, no estamos en crisis. Las personas, la gente, no estamos en crisis. Estamos inmersos en una historia inventada para mantener esta suerte de esclavitud. Es esa historia la que está en crisis pero la estratagema final, a la desesperada, consiste en hacernos creer que somos nosotros los que estamos en crisis. Y lo peor es que nos lo estamos creyendo.
A VER, NO ACABO DE PILLARLO, LA CIVILIZACIÓN ES PROGRESO ¿NO?
Si no hubiéramos hecho lo que hemos hecho no tendríamos comodidades, ni las grandes obras del arte y del ingenio humano, ni la ciencia que salva tantas vidas, ni...
Dejémoslo ahí. Si las cosas hubieran transcurrido de otra manera tendríamos otra sociedad, otra ciencia, otro arte, otra cultura. Difícil decir si mejor o peor, simplemente distinta. Puede que no hubiéramos construido catedrales ni la Capilla Sixtina. Cabe la posibilidad de que no pudiésemos hacer transplantes de órganos y muchas cosas más. La inteligencia y la creatividad humanas se hubieran, seguramente, expresado de otras maneras. Tal vez mejores o puede que no.
Pero no olvides que las catedrales también se construyeron sobre los cimientos de muchas vidas humanas, la capilla Sixtina también se la debemos, en gran medida, a gobiernos opresores y oscurantistas, los avances médicos de la actualidad también se sustentan sobre la explotación, la avaricia y la miseria.
La tecnología actual permite la sobreexplotación "eficiente" de los recursos. Al mismo tiempo millones de personas mueren de hambre. Podemos sustituir válvulas cardíacas que fallan pero también millones de personas mueren de enfermedades que podrían curarse fácilmente sin que apenas seamos conscientes de su existencia. Hemos desarrollado una civilización con ciencias que permiten que parte de la humanidad sobreviva a enfermedades o lesiones causadas por los efectos de la propia civilización.
Un simple conocimiento sobre higiene y algunos antibióticos compartido equitativamente prácticamente nos situaría en un nivel de progreso similar al actual sin los graves inconvenientes de un sistema económico y social tan aberrante.
PERO, AL FINAL, ¿DE QUÉ ESTÁS HABLANDO... DE ANARQUÍA O QUÉ?
Posiblemente, pero ¡cuánto miedo le tenemos a esa palabra! Somos capaces de pensar que el monstruoso sistema económico que hemos construido es capaz de autoregularse y, sin embargo, nos aterroriza la idea de una sociedad autoregulada.
Se supone que pagamos a unas cuantas personas para que gestionen nuestros intereses comunes pero terminamos aceptando que eso que llamamos "gobierno" manda y a nosotros no nos queda otra que obedecer. Hemos perdido totalmente la perspectiva. La democracia pudo ser un invento interesante dadas las malignas circunstancias históricas en las que nos hemos ido envolviendo a lo largo de nuestro devenir temporal. Pero, por alguna extraña razón, continuamos con la tendencia a someternos a un líder individual o colectivo.
MENOS ROLLOS. Y LA SOLUCIÓN ES...
El enunciado es tramposo. Sigue mostrando que buscamos las soluciones en alguna suerte de macho alfa o mesías. Que alguien nos saque del pozo.
Pero es que resulta que no hay pozo. No hay crisis: todo es miedo.
La comprobación particular es sencilla en la medida en que un ser humano tomase la firme decisión de retornar a una economía autosuficiente.
El camino a elegir puede ser diverso y, en todo caso, necesariamente creativo.
En primer lugar, obviamente, pasaría por hacer un inventario realista de tus auténticas necesidades. Es difícil, cierto, porque desde que nacemos nos cubre una ola de consumismo salvaje. Recuperar un atisbo de cordura exige en primer lugar algún tipo de iluminación sensata y una voluntad inteligente que hemos ejercitado en grado mínimo.
Pero allí donde la gente se mueve para hablar y debatir al margen de los caminos trillados hay algo de claridad. Allí donde algunas personas que aún conservan el ansia creativa para ocupar un edificio abandonado y hacerlo algo más interesante para la sociedad hay algo de acción social útil. Allí donde se cuestionan los cimientos de todo hay alguna posibilidad. Donde la indignación se transmuta en expresión de protesta contra el orden impuesto hay cierta esperanza.
En segundo lugar, saca el dinero que te quede en el banco y transfórmalo en algo productivo. Si puedes, cómprate un terreno que puedas cultivar. En todo caso, úsalo para algo. No te dejes convencer por la vieja cantinela de que el mejor sitio para el dinero son los bancos ya que de esa forma contribuyes a mantener un sistema inútil y esclavizador. Al sistema bancario tú le importas muy poco.
A nivel particular, cualquier persona que cuente con un terreno para cultivar verduras está en capacidad de experimentar un grado mayor de tranquilidad que el resto de sus congéneres atrapados en la prisión de la vida urbana. Hubiera sido interesante que esto fuese comprendido mucho antes y no simplemente como una reacción a un miedo aún mayor.
Hay gente que se está organizando para crear comunidades rurales basadas en la autosuficiencia, el trueque y con lo mejor de la tecnología. Es momento de empezar a imaginar una nueva economía porque es posible.
Como colofón de esta parrafada que ya se me ha hecho larga (por cierto, te felicito si has llegado hasta aquí) se me ocurre parafrasear una cita religiosa:
"Anda, vende lo que tienes y créate una nueva vida".
Un mundo mejor es posible. Sin miedo. Sin crisis.
Rabu, 29 Februari 2012
Sociedad
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