LOS SUEÑOS NO EXISTEN, SÓLO EXISTE EL SOÑADOR.


Decidió echarse a dormir. 
Y como tenía el poder para soñar lo que le diera la gana, en esta ocasión, crearía un Universo en el que las cosas más normales, sucederían de forma mágica, y las cosas mágicas de forma normal. 

Se aseguró de que ninguno de los personajes de sus sueños, se diese cuenta de que todo era una creación onírica; bueno, casi ninguno, que había que dejar una vía de escape para que hiciese trampas quien aprendiese a hacerlas. 

Y tampoco era correcta la expresión, porque la trampa consistía precisamente en descubrir que todo era un sueño, y que sólo el Soñador existe. 



Optó por organizar sueños simultáneos en lugar de sucesivos: su infinita capacidad de atención se lo permitía sin problemas, y además resultaba más divertido. 
Incluso en algún momento del sueño dejaría sin control a los sueños, a ver qué pasaba. ¡Con un poco de suerte, algún personaje saltaría de su sueño al de al lado! Nunca había sucedido, pero bien podría ocurrir ahora. 
Ideó animales fantásticos, que nunca habían existido y nunca existirían, y se puso a Sí mismo el reto de crearlos: ¿Cómo serían, cómo se alimentarían, dónde vivirían? 
Concedió a unas especies la inteligencia de otras, mientras que a otras, les dejó en estado de idiocia. 
Hizo de lo cotidiano y prosaico la poesía de lo insólito y de lo insólito el aburrimiento de lo cotidiano. 
Puso el peor de los venenos, el del poder, en el corazón de muchos de sus personajes, y se trataba de un veneno en verdad dañino, porque no mataba, sino que abría un agujero de deseo que se agrandaba más y más con cada nueva dosis. 
Creó lugares mágicos en los que ocurrirían sucesos absurdos, los cuales, si se miraban con atención, podrían revelar enseñanzas insospechadas y abrir camino al no-camino. Haría surgir fuertes lazos entre los personajes, con nudos intrincados que desatar y sentimientos acordes con esos nudos. 
De los lazos surgiría el apego, del apego el miedo y del miedo la violencia: ¿Podrían hallar sus personajes el Amor en medio de esa violencia? 
Sembraría semillas de duda en sus corazones, y los enfrentaría a unos con otros para que interactuaran. 
Y así, conseguiría que fuesen lo suficientemente créculos para que creyesen que lo que veían eran milagros, y no el resultado de reglas del juego que de momento desconocían. 
Retorcería el tiempo y el espacio para que sus creaciones se perdiesen una y otra vez, y en otras ocasiones juntaría ambos, tiempo y espacio, en una conjunción imposible. 
Haría que el tiempo, en realidad inexistente, fuese objeto de veneración por muchos de sus seres soñados. 
Utilizaría símbolos, emblemas y leyes de forma no prevista por sus creadores, o bien pondría a jugar a sus personajes a juegos que serían divertidos para unos, pero insoportables y tediosos para otros. 
E inventó religiones para que le buscasen a Él, el Soñador, mientras Él se escondía, y a veces diría: “Estoy aquí”; o bien: “No existo, no me busquéis”; o bien: “Buscadme, pero ¡ay de vosotros si no me encontráis!”. 
Y si alguno era capaz de encontrar una buena pista para llegar a Él, procuraría que guardase el conocimiento bien escondido, para que nadie se lo robase. 
Haría que sus personajes tuviesen fecha de caducidad, pero ante la posibilidad de quedarse sin ellos por pura extinción, lo que significaría el final del sueño, inventó un truco 
estupendo: podrían reproducirse; y para que lo hiciesen puso en ellos una compulsión que les haría buscarse una y otra vez. 
Finalmente, inventó el habla de los seres que no hablan y la mentira de los 
predicadores. 
Repasó su plan, hizo en él algunos pequeños retoques, corrigió esto y aquello, y finalmente le dio el toque final, su toque maestro: se metió en el juego como un personaje más, se olvidó de Sí mismo. 
Y en eso sigue, con la sensación de que tiene que recordar algo y no sabe qué, porque se le olvidó.
Autor: 
Jaime Villarrubia 

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