Este descubrimiento es sólo el comienzo, el punto de entrada a una revolución interior. El cambio no garantiza esta revolución; sino que simplemente hace que sea posible.
Para empezar, la revolución no es estática; sino que está viva, en constante movimiento. Esta revolución es una ruptura con las viejas estructuras de pensamiento y percepción, repetitivas en que la humanidad se encuentra atrapada. La Realización es un repentino y directo despertar a nuestra verdadera naturaleza que abre la puerta a la posibilidad de una revolución interior.
Tal revolución requiere un vaciado continuo de las viejas estructuras y el nacimiento de una inteligencia viva, luminosa y fluida. Esta inteligencia reestructura todo tu ser. Hace que la mente se libere de lo que ya no es válido. Si uno no puede liberarse, entonces se encuentra todavía en una prisión.
Tener un despertar a nuestra verdadera naturaleza no significa necesariamente que cambiará la forma en que uno percibe, actúa, y responde a la vida. El momento del despertar nos muestra lo que es verdadero y real, así como revela una posibilidad más profunda en la forma en que la vida puede ser vivida.
El despertar abre una puerta hacia una revolución interna profunda, pero de ninguna manera garantiza el éxito.
La revolución interior es el despertar de una inteligencia que no nace de la mente, sino del silencio interior. Nuestro potencial es algo que sólo puede florecer cuando ya no estamos atrapados dentro de la influencia y las limitaciones de lo conocido. Más allá del reino de la mente, más allá de las limitaciones, se halla lo sagrado.
Y es de lo sagrado que nace una consciencia nueva y fluida que limpia lo viejo y trae a la vida el florecimiento.
La realidad no es ni cristiana, ni hindú, ni judía, ni advaita, ni budista. No es ni dualista ni no-dualista, ni espiritual ni no espiritual.
Tenemos que llegar a saber que hay más realidad en una brizna de hierba que en todos nuestros pensamientos. Es necesario encontrar lo sagrado en todas las expresiones de la vida. Lo encontraremos en nuestra taza de té, en la brisa de otoño, en el cepillado de los dientes, en cada momento de la vida.
Dejémonos llevar por el hilo interior del silencio hacia lo desconocido, más allá de donde terminan todos los caminos, a ese lugar donde vamos inocentemente no una vez, sino continuamente.
Uno debe estar dispuesto a estar solo, en lo desconocido, sin ninguna referencia al pasado o a cualquiera de nuestros condicionamientos. Hay que estar donde nadie ha estado antes en completa desnudez, inocencia y humildad.
Hay que estar firme y fiel a la realidad más allá de todo, no sólo por un momento, sino siempre. Porque entonces eso que es sagrado, nace y comienza a expresarse.
Adyashanti.
Adyashanti.
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