No recuerdo el número exacto, pero era asombroso, de verdad.
Me refiero a las cifras recientes del consumo de sedantes y antidepresivos en los países occidentales.
Hace poco tiempo, lo leí en las páginas de una revista.
En general, hablaban de un aumento del 200 por ciento en las recetas de ansiolíticos y antidepresivos de todo tipo, en los últimos 20 años.
Un consumo que afecta a todos los sectores de la sociedad pero, especialmente a las generaciones más jóvenes y de manera excepcional.
Entonces ¿Qué está ocurriendo?
Los sociólogos y psicólogos tienen cada uno sus conclusiones. Ellos ven una multitud de causas, a menudo muy complejas.
En mi opinión, sin embargo, la respuesta es obvia y no necesita de ningún tipo de estudio académico.
Reduciéndolo a su forma más simple, puede incluso decirse en pocas palabras: Estamos cada vez más desconectados de nosotros mismos.
¿Qué significa estar desconectados de nosotros mismos?
No sabemos lo que somos, no tenemos referencias y sobre todo, estamos lejos de comunicarnos con ese "algo" intangible y sagrado que habita dentro de nosotros.
Aquí me atrevería a mencionar la palabra que da miedo: lo Sagrado.
Un miedo condicionado por las religiones.
Lo Sagrado es lo Universalmente digno de respeto, es el Principio de la Vida, un principio que empuja a quienes aspiran a una felicidad legítima.
Lo Sagrado es lo que todos llevamos en nuestro corazón, en lo más íntimo, es una especie de chispa indescriptible de luz, a pesar de nuestra incredulidad o nuestras creencias.
Es un lugar de paz y armonía, un espacio donde la verdad se revela y donde un número cada vez más creciente de nosotros lo vive, aunque de forma insconciente, con una profunda nostalgia.
Veo por fin, cómo un área de nuestro ser nos lleva hacia el sentido innato de unidad, de simplificar todo a través de nosotros y en nosotros mismos.
Es como un punto, un punto que debemos aprender a identificar, a alcanzar y dominar en lo más recóndito de nuestro corazón y nuestra conciencia, si queremos avanzar en este mundo.
Porque, de hecho, con que uno de nosotros tenga un poco de lucidez y se sienta cansado de su carga, verá la urgencia de su renacimiento, de respirar más ampliamente.
¿Dónde terminan nuestros apetitos?
¿En no haber adquirido todavía los últimos modelos de teléfonos, tablets digitales?
Tenemos bulimia de información y así nos vamos separando y devorando más información, recopilando amigos virtuales que nunca serán amigos y así, creemos engañarnos de nuestro aislamiento.
También está la compulsividad de consumir todo tipo de tendencias.
Esta es la enfermedad que padecemos. No nos permitimos creer en nosotros mismos.
¿De qué tenemos hambre?
Tenemos hambre de nosotros, del acceso a nuestra verdad, a nuestra integridad, a nuestra plena realización, a nuestra confianza primordial.
Decir que hay muchas tentaciones, es una respuesta pobre, depende de cada uno de nosotros, no sucumbir a ellas.
¿Qué queremos?
¿Aprender a vivir o... renunciar a ello y secarnos?
Depende de la mirada que decidamos poner en nuestra vida y ejercitar el libre albedrío.
La dolorosa condición de nuestro mundo finalmente tiene una virtud: La que nos invita a cambiar nuestra escala de valores mostrándonos constantemente la salida de emergencia que no es otra que la claridad y la paz que esperan en el fondo de nuestro pecho.
En silencio...
Dejemos de separar, de controlar, de engañar, de atacar y vamos a aprender a sonreir, a dejar caer todas las máscaras y dejemos de inventar y alimentar los temores.
Esforzarnos por hacer un poco de limpieza en nuestro espacio interior ya que, de hecho, está demasiado lleno de lo que no somos.
Por supuesto, esto requiere una decisión, pero es la única manera de descubrir otro modo de estar en este mundo.
Es evidente que hay mil modos y caminos para hacer la metamorfosis...
Pero una cosa creo que es cierta: La llave que libera el acceso se llama: Intención de Amar.
Esta vida y estos tiempos, nos lo están ofreciendo más que nunca.
Daniel Meurois.
Traducción: Semillas Solares.
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